Ni siquiera puedes escucharme. Y ya que no has guardado mis secretos entre tu vestido, alcánzame mañana, si quieres a mediodía. Si quieres correr no te detengas, pero abrázame cuando seas mejor, una mujer mejor, una excelente amiga, un principio para desecharlo todo hacia adentro.
Guárdame para contarles a tus hijos esos deseos; mi espantoso humor y los millones de amigos. Llora y sécate el rostro. Aplástalos y cómelos.
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